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Alfredo Astudillo C. Programa “Uno + Uno”.

Viendo qué podía recomendar para el programa del martes próximo, tomé el control de la TV y abrí los streaming (que nunca nombramos porque “no nos pagan”) y, luego de un rato, paso por la sección “series” y comencé a mirar las casillas para recordar cuáles ya había visto, me encontré, luego de unos minutos (y muy sorprendido de haberla visto), con «El Reemplazante». Al venir del mundo de la educación, lo que menos hago es ver series relacionadas a la misma, porque, en su mayoría, son bastante superficiales o muestran concepciones muy erradas de lo que es ser profesor o trabajar en el contexto educacional. 

Lo primero que puedo decir, tiene relación con el hecho que la serie presenta el primer mega-relato o el meta-relato por antonomasia: la educación es mejor entendida, elaborada y realizada por personas que no vienen del mundo de la educación. Esto tiene asidero en la realidad, vemos cómo en los últimos años el grueso de la población, impulsada por opiniones mediáticas y sin peso científico, ha puesto a economistas, psicólogos; abogados, ingenieros y hasta médicos en un pedestal de honor al hablar de educación y les es permitido construir políticas educativas, que no son cuestionadas, ya que no son “simples” profesores quienes las piensan, realizan o llevan a cabo. Esta manera de ver las ciencias auxiliares de la educación se ha trasladado a la escuela, es común que una apoderada o apoderado, pida hablar con el departamento de psicología para solucionar temas académicos, lo cual está muy bien, el tema se torna complejo cuando esa visita al departamento, tiene una especie de misticismo mágico y es pretendido que los y las psicólogas poseen una varita mágica que soluciona los problemas más increíbles o disparatados que emergen del diario vivir.

Siguiendo con el tema y haciendo una pequeña “investigación” ubicando quienes han desempeñado el cargo de Ministro de Educación desde 1990 hasta 2020, descubrimos que de las 20 personas que han ejercido el cargo, sólo dos han sido profesoras, más bien vinculadas al mundo de la educación de manera primigenia (en sus carreras), esto representa el 10%. No es sorpresa notar que la profesión de la mayoría de las personas nombradas en el cargo, sea la de economista, si seguimos el mega-relato antes mencionado.

De esta manera, medidas que deberían ser serias, como el nombramiento de un ministro, se transforman en populismo ya que, al ser mal vista la profesión docente, es impensado nombrar a uno para la cartera.

Observando con atención las líneas argumentativas de la serie, las contradicciones del relato televisivo son evidentes: ser un drogadicto, sin prejuicios para crear riqueza y vivir una vida de lujos y excesos, no es impedimento para “salvar” la educación en Chile. Es así como el protagonista accede a ser titular de matemáticas (sin ser profesor) en un colegio pobre, de estrato social bajo; lo que llamamos “vulnerables”, pero particular subvencionado, ya que no es un colegio municipal. Luego, “lo peor” de la educación en Chile (sueldos bajos a profesores, alumnos irrespetuosos, una directora pusilánime y un sostenedor sin vergüenza que no duda en robar parte de la subvención preferencial por ser alumnos vulnerables), se encuentra en el sector privado.

Hay otras “consignas” en la serie que más que relatos son clichés: un Jefe de Unidad Técnica Pedagógica que no ayuda a los profesores sino que los amenaza diciendo que es el “jefe de todos los profesores”, quizás, le faltó a los productores entender que el “jefe de todos los profesores es el Rector o Director y luego el Inspector General. Sigamos: docentes muy mal pagados que vine en casas viejas y conducen vehículos destartalados, como es el caso del padre del protagonista, profesores que viven de allegados porque no les alcanza el sueldo, así al menos lo muestra el hermano del “Profe Charly” (como lo llaman sus alumnos); clichés que no soportan mayor análisis, pero que desean mostrar la “realidad” de la educación chilena.

La serie cae en el populismo más profundo al darle al espectador algo que “ya sabe” y que en su cómoda cama puede decir: “viste que era como te decía”, apuntando a subjetivismos que le “dan la razón” a quien mira la serie que , en su fatuo y ligero análisis de la realidad, se cree conocedor de  qué se debe hacer o no en materias educativas (Chile, país de expertos).

«El Reemplazante» quiso darle a la población una especie de clase introductoria sobre qué es y cómo es la educación en Chile. El problema es que esa “clase introductoria” fue reprobada tanto por los telespectadores como por los productores de la serie, toda vez que no fueron capaces de entender el complejo mundo de la educación y de la toma de decisiones relacionada a ella.

El tema de nuestra educación, la crisis actual, no se soluciona con un caudillo que venga a “salvarnos” de nosotros mismos y de nuestras pésimas políticas educativas, si es que las hay,  y lo que menos necesitamos es que series muestren el “mundo” de la desigualdad como si fuese un zoológico, en el que el espectador pueda decir: “oh, los pobres tienen sentimientos”, “ah, no son tan malos los cabros”. Para que, en una expresión de inmensa misericordia, de una magnanimidad sólo igualable a la del Padre Hurtado, puedan empatizar y luego, cambien de canal. 

Claramente, «El Reemplazante» debe ser reemplazado, sobre todo con lo que se viene para el 2021, ¿qué van a proponer en una serie similar? ¿un médico experto en virus como director de un colegio o escuela? Porque los médicos sí saben de educación y de cómo dirigir una escuela, colegio o liceo. Podríamos poner uno como ministro de educación… oh! Wait!!