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Hemos vivido más de 40 años de espaldas a la naturaleza. La Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro en 1992 ya constató esta realidad que no ha hecho sino empeorar en las últimas décadas con una crisis ambiental creciente y sin precedentes. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud venía avisando en los últimos años de que no estamos preparados para una pandemia. La pandemia llegó y todos, confinados en nuestros hogares, comprobamos que, efectivamente, no estamos preparados para una pandemia.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) y muchos científicos apuntan a que vendrán más pandemias, cada vez con mayor frecuencia y algunos patógenos serán más letales que el coronavirus. Es evidente de que ningún estado ni ningún organismo internacional puede protegernos eficazmente de estas amenazas que se ciernen sobre la humanidad. Problemas y amenazas globales que afectan a nuestro bienestar y a la vida de millones de personas, detrás de los cuales está la destrucción del medio natural, amplificada por la desigualdad social y la globalización.

Volver a una relativa normalidad no puede ser volver a la situación de antes de la crisis del coronavirus, pues esa situación es la que trajo la pandemia. Hay que repensar nuestra relación con el medio natural ahora que hemos comprobado de una manera muy radical y extrema que nuestra salud depende de su salud. En concreto, diversos estudios han mostrado desde hace mas de 15 años el importante papel protector que confiere la biodiversidad ante las zoonosis, es decir, ante enfermedades infecciosas de origen animal que, como COVID-19, acaban afectando al ser humano.

Fuente: CONAMA